QUIEN SOY

Nací en México bajo el signo de Acuario y el primer aliento lo exhalé cuando la Casa I de Escorpio se levantaba en el horizonte. Me eduqué en España, renací en la India. He viajado por treinta y tres tierras. Me bautizaron con el nombre de Víctor aunque tomé refugio en el budismo mágico tibetano con el nombre de  Senge Dorje (Rugido de león)

No creo en otra vida que no sea esta y aunque Dios exista, a estas alturas de mi vida sólo creo en el hombre. Pasé por ardientes ascetismos y prolongados ayunos en mi época talibán del yoga hasta que me dí cuenta de que ya no quería iluminarme, que me conformaba con la felicidad.

Me formé en distintas líneas de hatha, kriya, Kalpa siddhi y tantra yoga. Descubrí el yoga a través de la lectura de un libro, “El Faquir” de Ramiro Calle, a quien quiero como a un padre. Mi gran avance en esta senda surgió cuando me expulsaron de una federación nacional de yoga dónde tenía el ostentoso cargo de director de protocolos y de un ashram en la India por romper mi voto de brahmacharya.

Soy discípulo de Buda, Nietzsche y Krishnamurti pero firmemente anti-Gurú. Creo que el maestro se encuentra tanto en un profesor de yoga como en una madre, en un campesino descalzo, en una misionera, en un panadero. Admiro a Baba Ramdev y al Dalai Lama. No soy vegetariano

El Yoga es mi amante más definitiva. Me ha ayudado a ignorar la diferencia entre la alegría y la tristeza, a no distinguir el sueño de la vigilia,  a gobernar la luz del fuego y a esclavizarme en la llama. A ser flautista y no ratón. Me gusta el yoga para abrir los ojos y también para cerrarlos, como el amor.

A mis compañeros les recomiendo que cuiden más a sus rodillas que a sus parejas, pues estas van y vienen mientras que las rodillas nos acompañan toda la vida. Pero que cuando besen lo hagan como si fuera la primera vez, o tal vez la última.

He practicado el método Iyengar, Jivan Mukti, Anusara, Vinyasa flow y Power Yoga en Madríd, Nueva York, Ciudad de México, Paris y Londres, estilos y ciudades que me forjaron al rojo vivo. He conocido, sin embargo,  pocos yoguis en mi vida. Uno de ellos se llama Surinder Singh, vive en Risikesh y le considero una gran inspiración. Otro fue PB, en un horsts del Deccan. Indira Sengupta, una mujer serpiente a quién conocí en Omkareshwar, uno de los Jyotirlingas de Shiva. Y  Babaji, ya unido al infinito.

Este blog se lo debo a Sergio Aragón, un gran compañero y alumno, que será el yogui que yo nunca llegaré a ser. Me dijo que lo que escribiera naciera del corazón. Como todo lo que hago en esta vida puedo decirte, simplemente, que no puedan decir que no lo he intentado.

                                                 Victor M (Senge)